Una primera vez peculiar [Priv. Lambo]

Había pasado ya tiempo desde que Tsuna fue nombrado como el décimo capo Vongola; desde ahí a Reborn se le habían asignado otro tipo de misiones, obviamente menos agresivas que las que solía hacer cuando estaba bajo el mando del noveno, pero lo importante era que seguía en forma y haciendo lo que más le gustaba: trabajar para la mafia.

Ya se había acostumbrado a su pequeño cuerpo y a ser un poco más 'blando', aunque era verdad que le gustaría más tener su cuerpo adulto, eso le daba otra clase de posibilidades que no tenía teniendo el cuerpo de un niño de 5 años.

Terminó la misión de forma satisfactoria, como era ya su costumbre; volvía a la base Vongola y al poner un pie en la nueva casa de Tsuna su cuerpo comenzó a brillar y estirarse. Se quedó de pie observando sus manos, los dedos y su antebrazo se habían hecho más grandes; buscó un espejo con la mirada pero lo único que pudo encontrar fue un plato de plata que podía actuar como espejo. Lo tomó entre sus manos y lo colocó frente a su rostro.

Se quedó mirándose un largo rato; ahí estaba él. Su rostro de un hombre adulto, su semblante perfectamente delineado, sus ojos denotando cierta maldad, su boca que no sonreía con sinceridad...y sobre todo sus hermosas patillas, las jaló un poco y se alisaron de momento para después volverse a enrollar. Sonrío de lado.

- Al fin se ha roto-. Murmuró para si mismo, aunque la verdad era que tenía demasiadas dudas. No sabía lo que había pasado; ¿cómo era que la maldición se había roto? ¿Qué pasaría con los arcobaleno ahora? Ya tendría tiempo de pensar en ello, ahora era momento de arreglarse para ir a hacer lo que hace tiempo no hacía.

Se dirigió a su habitación y observó una maleta que hace tiempo no abría, ahí tenía las cosas que había querido olvidar en el momento que fue maldecido. Abrió aquel objeto y sacó todos sus trajes, por el momento con eso sería suficiente para esa noche, los acomodó en el closet y tiró al suelo lo que usaba cuando tenía el pequeño cuerpo. Se metió a bañar sin cerrar la puerta de su habitación ni la de la regadera, por lo que había visto al entrar a la mansión no había nadie, así que podía estar completamente libre, ya se sorprenderían cuando le vieran tan esplendoroso como era en realidad.

Tenía el plato blanco, con forma cuadrada en la mesa, y algunos que otros champiñones cociendo en una olla a fuego lento. Cucharas y tenedores fuera, para revolver la sopa que también estaba efectuando. Picando la ensalada de lechuga se encontraba en una esquina de la gran cocina. Su camisa negra que tenia siempre encima no la tenía ahora, y sus mangas estaban arremangadas como por el nivel de los codos.

Dejo de lado la lechuga que ya casi estaba picada completamente y fue por una botella de vino, esos bueno que tienen años en Italia sin abrirlos a sí que conservaban más su sabor. La abrió con delicadeza y vertió un poco en la sopa, solamente eran como sus tres gotas nada más allá. Y dejo a un lado el botellón, llevándose las manos luego hacia la frente y buscando algo que más hacer. Dio un pequeño salto y apago la cocina en donde se cocinaban en especial los champiñones.

-Yare Yare… por poco se me pasa esto. –Dijo murmurando con el tono de siempre. Había escuchado algún ruido provenir de afuera de la cocina, pero no le dio mucha importancia, quizás era Basil, o alguno de sus compañeros guardianes. Omitió sus preocupaciones y se dio la media vuelta para poder ir por el plato y resulto que se resbalo, agarrándose de un mantel que estaba encima de la mesa, fue lo primero que pudo ver y como sus movimientos fueron torpes, no logro establecerse, cayendo como idiota. Y aparte el vino que había usado anteriormente cayó encima de su camisa blanca, manchándole completamente, aparte de darle un buen susto y dolor.

El matiz del líquido era uno medio jacintino, haciendo que completamente todo su torso estuviera manchado con este. Sus ojitos de color esmeralda se aguaron un poco, llevándose su mano hacia estos y levantándose a la vez. Comenzó a correr, saliendo de la cocina rápidamente y dirigiéndose hacia la primera habitación que vio abierta y al baño que encontró en esta, ya que en cada habitación de la guardia Vongola tenía su propio baño así que no dudo y entro, aunque se había percatado de cierto ruido de ducha, pero ya era demasiado tarde.

-¿E-eh? –En medio de la puerta, observo la silueta en la ducha. Y se quedo quieto, con el cuerpo pegajoso y los ojos a punto de llorar por el golpe que se había dado.

Había entrado en la ducha, abrió la perilla que hacía salir el agua caliente y observó el agua golpear de aquella forma el suelo. El agua fría cesó para darle paso al agua caliente, abrió el agua fría para entibiarla. Al encontrar la temperatura deseada dejó que aquel líquido comenzara a recorrer su cuerpo con esa velocidad inigualable.

Tomó el shampoo y comenzó a hacer espuma y pasear los dedos entre su cabello, después de repetir este proceso dejó que el agua le limpiara el cabello. Dio un respiro hondo al haber escuchado semejante ruido, alguien estaba en la mansión, debía darse prisa. El baño podría esperar un poco más; se talló el cuerpo de forma rápida, sólo para quitarse aquella sensación de suciedad.

Odiaba no poder relajarse en ese momento, después de aquella misión. Pero sobre todo después de haberse roto la maldición, ya no podía quejarse en realidad, ahora tendría más poder que el que tenía cuando estaba en ese cuerpo pequeño.

Sintió que alguien había entrado a su habitación, se preguntaba que clase de...Sonrío de forma superior al centrarse por completo en el aura que emanaba, no podía tratarse de otra persona. Ya le mostraría su figura y no querría volver a meterse en su camino.

Abrió un poco la puerta de la regadera, aquella que hacía imposible su reconocimiento. Sin poner la mirada en la puerta tomó una toalla, y secó los restos de agua que había en su cuerpo, la enredó en su cintura y salió, pero ésta vez posó la mirada en Lambo.

A pesar de antes ya haber visto su cuerpo adulto algo sentía diferente. Claro que tenía ganas de patearlo y hacerle llorar como en los viejos tiempos, aunque no era que lo hiciera a propósito, sino era consecuencia de su actitud tan fría hacía su persona. Probablemente había despertado el deseo sexual que no había sido saciado desde que se convirtió en arcobaleno...No le asombraría eso, sin embargo, ¿por qué tenía que ser ese ternero? No es que tuviese algo en especial, ¿o si?

- Deberías aprender modales vaca estúpida-. Murmuró con la misma fría voz de siempre, pero esta vez ya no era chillona, ya era grave, de todo un hombre.