Un pequeño paseo

Invitado

Tenía la mirada puesta en nada mientras aspiraba profundo el aroma a hierva de una pequeña colina en medio del parque. Eran mediados de primavera, por lo que la vida en la ciudad se encontraba en pleno brote, en plena flor, con sus diversos y múltiples aromas reinando e impregnado los alrededores. Aspiré una segunda vez, profundo, con las manos a la altura del pecho, con los ojos cerrados y el sol bañándome como una parte más del paisaje.

Caminé hasta lograr colarme bajo la sombra de un árbol, adoraba poder entrar en contacto con aquellos gigantes sabios que lamentablemente hoy ya no son tan respetados como en tiempo anteriores. Acaricie su piel rugosa, y sonreí. Escuché el piar de unos pequeños polluelos y levanté la vista escudriñando entre el ramaje hasta ver un pequeño nido del que sobresalían pequeñas sombras que estiraban el calvo cuellito, llegando a los pocos segundos su madre, una ave hermosa de pecho rojo que regurgito en sus bocas el alimento cazado. Bajé la mirada y me senté en flor de loto sobre el alfombrado verde.

Era un buen día para meditar.

Invitado

Transitaba ya como una adulta por las calles de Mimamori. Tenía una bolsa sujeta a sus manos, cual tenía algunos que otras comidas para hacer en su casa, después de todo tenía que comer.
Se detuvo en el parque, y se sentó con rapidez en un banco, echándose un poco hacia atrás.

-Hahi! Últimamente está haciendo más calor, Haru no podrá aceptarlo más –comento con voz cansada y pasándose el dorso de la mano por la frente, para tapar a los rayos del sol cayendo sobre encima de ella. No noto aquella presencia tan diminuta que podría ser confundido con un simple muñeco perdido por alguna niña pequeña.

-Ah… Tendré que almorzar sola de nuevo –bajo la cabeza un poco y apretó los puños hacia arriba- ¡No importa, Haru se las arreglara! Ya es una adulta! –se dio ánimos, gritando un poco-

Invitado

Una voz animada y llena de vida llegó hasta mis oidos, un timbre conocido y que me arranco una sonrisa de los labios. Era bueno ver que la vida fresca no se habia extinguido en la ciudad y que algunos jovenes aun conservaban ese espiritu noble y energico. Levanté la vista a la frondosidad del árbol bajo el que me encontraba y espere pacientemente por si la joven se acercaba. Era uno de esos dias en que, aunque algunos puedan considerarlo flojera, yo preferia mantenerme quieto, observando, a la espera y al asecho de lo que pudiera venir.

Invitado

-¿Are? –volteo y sonrió, viendo al pequeño con ternura y amabilidad, aunque luego se convirtió en preocupación. Se levanto, dejo las bolsas en la banca y se aproximo a él-

Ella hizo un mohín, y levanto la mano para saludar al pequeño, o más para pasarla al frente de su rostro para que se diera cuenta de que estaba a su lado. Se coloco en cuclillas y siguió con el mismo movimiento.

-Bebe ¿estás despierto desu? –Inquirió, con voz quedada y preocupada-

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